Categóricamente
no. Y las razones son muchas. Veamos algunas. Porque el mercado de la educación
es muy competitivo por la cantidad de instituciones académicas públicas y
privadas que existen. Porque la vida de los jóvenes actuales es muy dinámica, es
una generación difícil de persuadir y convencer. Porque la mayoría de las
instituciones aún no comprenden la importancia de las redes sociales. Porque
las estrategias no son una receta aplicable para todo y los planes se piensan
según la institución. Porque muchos académicos aún no entienden que son el
primer agente de recomendación y matrículas. Porque en las oficinas de admisión
las señoritas creen que su trabajo es entregar folletos. Porque las
instituciones se demoran siglos en actualizar sus carreras y programas de
estudio y el mundo pasa veloz por su lado. Porque no se trata de copiar lo que
hace la competencia sino de ser diferentes. Porque construir una marca
educativa requiere años de trabajo. Porque el personal, los funcionarios y
directivos no comprenden el rol de servicio al alumno y a sus padres. Porque en
las estrategias se deben destacar los beneficios para el postulante y no los
atributos de la institución. Porque la gestión de contenidos es clave para
llegar a los jóvenes. Porque tenemos que contar historias que emocionen. Porque
las estrategias se hacen como un suceso y no como un proceso. Porque no se sabe
diferenciar una acción táctica de una estrategia. Porque se prefiere hablar de
paradigma cuando el tema es la empatía. Porque muchas veces se miente pensando
que el joven es tonto. Porque no se entiende como funciona el mercado de la
educación. Porque se piensa que el gusto de los directivos es el gusto de los
alumnos. Porque los medios elegidos a gusto del directivo no son los mismos que
ve el joven. Porque algunos piensan que las Páginas Sociales de los diarios son
importantes solo por darle el gusto a un directivo.
Y
sigo. Porque muchos confunden marketing con ventas. Porque muchos no entienden
que es la segmentación de motivaciones. Porque una institución educativa no se promociona
como un chocolate. Porque la televisión y la publicidad cada vez tienen menos
efectividad. Porque el joven está sobrecomunicado y no recuerda nada. Porque
sólo tenemos 5 segundos para hacer llegar un mensaje y después el pajarito ya voló.
Porque cada día hay que pensarlo todo de nuevo. Porque la observación en
terreno es muy importante. Porque las estrategias no se planifican detrás de un
escritorio. Porque toda estrategia nace de la calidad académica y no de una
frase entretenida. Porque en las estrategias hay que poner el plan en escena y
no explicar. Porque los escenarios estratégicos son infinitos. Porque hay que
ver donde otros miran. Porque el computador no realiza estrategias sino que lo
hace la mente del especialista. Porque el tema no es qué sino cómo. Porque las
estrategias son sinérgicas y no solamente avisos. Y porque las estrategias de
marketing son una guerra que hay que ganar.
Finalmente,
existe una sola razón y la más importante: cada año se evalúa, con cifras en la
mano la cantidad de postulantes captados
y la cifra de alumnos retenidos. Un cheque a fecha donde no valen los discursos
ni las explicaciones. Muy simple: se logran las metas o no se logran.
Muchos
dirán: ya sabíamos todo lo dicho anteriormente. Seguramente. Pero voy a hacer
una analogía: casi todos saben manejar pero no todos pueden correr carreras de
autos porque requiere de habilidades especiales, otros conocimientos y aprender
practicando mucho.
Las estrategias en la educación son
como los melones, muchos malos y pocos buenos. El fracaso de una estrategia de
marketing educativo es la forma en que
la vida nos dice: ¿Así es que te creías
muy listo, eh?
Realizar estrategias de marketing educativo consiste en averiguar por sí mismo que la estufa está
caliente, como dicen.
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